Imprescindibles

Yo creo que todos sabéis que tengo otro blog. No, no me refiero a Che Guevara and Debussy, que cerré hace ya bastantes meses, antes de venirme a vivir a Estados Unidos, sino “Imprescindibles”. Decidí empezarlo hace un cierto tiempo, la idea era (es) contar ahí las cosas que más me gustan, pero huyendo de listas de productos, marcas, tiendas, restaurantes, nombres concretos de libros, etc., que no se trata tampoco de hacer publicidad gratuita a ningún producto. El caso es que el blog no ha arrancado, yo creo que por dos motivos. El principal es que éste, thefirstsquirrel, es básicamente un espacio en el que ya cuento lo que me gusta y lo que no. Y el otro motivo es que no termino de lanzarme, no sé bien por dónde empezar, no sé si escribir sobre colonia, Mozart, Stendhal o botas de ante marrón, todo ello cosas sin las que no puedo, o mejor dicho no quiero, vivir.

Este fin de semana pasado nos hemos escapado a Nueva York, a empezar a deprimirnos a la vista del mercado inmobiliario de la ciudad y encontrar el piso maravilloso que no podremos permitirnos alquilar. En el tren de ida hice, con la nueva cámara (todavía en periodo de pruebas), la foto que encabeza estas líneas. Ahí están varios de mis imprescindibles.

La agenda. Hace ya unos 15 años que no puedo vivir sin agenda. Siempre presumo de buena memoria, pero llegó un momento en que no era capaz de recordarlo todo: citas, reuniones, viajes, nombres. No he sido capaz de acostumbrarme a agendas electrónicas, o la del teléfono o del ordenador, por eso llevo siempre a cuestas mi agenda de bolsillo. Me sirve, además, de diario, o al menos de recordatorio de actividades. Las tengo todas guardadas, desde 1996, y me sirven para recordar donde estaba cuando y a quien vi en qué lugar y en qué momento. Cuando me fui a vivir a Londres descubrí Smythson, que es una papelería carísima pero fabrica unas agendas perfectas. Es un pequeño lujo que me doy anualmente y que me merece la pena. Casi siempre me la compro en azul marino, pero este año no me pude resistir al rojo. Por cierto, dentro de la agenda tengo todas las direcciones y teléfonos de todas las personas que hay en mi vida. Como lo pierda, estoy apañado.

El cuaderno. Cuando no tenía blog, yo escribía diarios. La diferencia entre uno y otro es muy clara. El blog lo escribes para que lo lean otras personas y además está en un dominio público, abierto a quien quiera asomarse. El diario se escribe para uno mismo, se vuelcan más sentimientos o al menos se vuelcan con mayor sinceridad. Uno espera que sean leídos… pero no de inmediato. Ahora sólo escribo en mis diarios de bolsillo en viajes, y no siempre lo hago, la verdad. Pero utilizo siempre cuadernos de Muji, que me encantan. Soy un adicto a Muji, es la marca más imprescindible de todas. No sale en la foto, pero siempre llevo encima dos rotuladores Muji. Cada día cambio de color. Hoy llevo carmesí y verde claro. A veces dejan de fabricar mis colores favoritos (el malva y el verde oliva han desaparecido) así que tengo decenas guardados para usarlos algún día. Si no se secan antes claro.

El libro. En este caso es de título razonablemente adecuado: “The longest journey”, de E. M. Forster. El viaje en tren entre Washington DC y Nueva York, aunque muy disfrutable, se hace muy largo, sobre todo cuando se está acostumbrado a los trenes de alta velocidad, tecnología desconocida por completo en este país. Es raro que lea novela, cada vez lo hago menos. Para este verano tengo a la cola unas memorias de Christopher Hitchens, un libro de ensayos de John Waters, la historia de Patty Smith y Robbert Mapplethorpe contada por la propia Patty y un ensayo sobre Holly Golightly como el primer modelo de mujer contemporánea (bueno, éste estoy pensando si me lo compro o no), pero nada de novela. Sobre novela escribiré una entrada próximamente. La de Waugh es maravillosa, con una economía de palabras encomiable y una facilidad pasmosa para pasar de un tono frívolo de conversación de estudiante a la realización de la levedad y brevedad de la vida. Sin dramas ni palabras importantes. Sin intentar hacer filosofía, sino sólo contar varias historias cruzadas y convergentes.

El iPod. Eso que veis es mi equipo de música. Ahí está todo y con eso sobrevivo. Curioso, es el más prescindible de estos imprescindibles, sobre todo para viajes. Puedo sobrevivir sin música pero no sin un libro y un cuaderno. En el viaje de ida escuché Alcina, de Handel. No soy yo muy amigo de la música pre-clásica, pero Alcina me gusta mucho, sobre todo porque está basada en el Orlando Furioso de Ariosto y es la historia de una maga mala que vive en su propia isla, se liga a todo tipo que pase por ahí y cuando se cansa de él lo convierte en animal o en pedrusco, según le dé. Acaba fatal, la pobre, y olvidada, que es aún peor, cantando que lo único que le quedan son sus lágrimas. La ópera tiene interludios instrumentales sobre la “entrada de los sueños funestos” y otra sobre los “sueños felices pero asustados”. Uno se harta de argumentos del tipo “chico encuentra a chica, chica pierde al chico y se muere de tuberculosis”, no es por nada. En el viaje de vuelta escuché los dos primeros actos de Frau Ohne Schatten, mi Strauss favorito.

Mi último imprescindible no sale en la foto, pero es algo a lo que estoy enganchado del todo. Se trata del nuevo blog de Manuel, “Mucho por recorrer”. Lo siento por todos mis lectores blogueros, sabéis que os quiero mucho a todos, pero el blog de Manuel es mi favorito del momento. Se ha convertido en una road-movie, creo que de hecho es el primer “road-video-blog” que conozco. Y es puro Stendhal. Stendhal, que era revolucionario, ateo y romántico, además de un escritor sublime, aspiraba a ser realista y decía que la novela es un espejo que se pasea por el camino. El blog de Manuel es así, y además escrito de maravilla. Para mí se ha convertido en algo parecido a una serie de TV favorita, cuyo capítulo siguiente esperas con fruición. Pasaos por ahí y veréis. Dice en la entrada más reciente que está dando la vuelta al mundo sin más enlace que un ordenador y una cámara. Afortunadamente para nosotros, y desde luego para mí, estamos al otro lado de ese enlace. Imprescindible absoluto.


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